Hace algunos días decidí alejarme de las redes sociales.
Considero que se ha llegado a un nivel de caos informativo y bombardeo de datos tan intenso que no son procesables para una mente que necesite estar enfocada en la realidad. No le quito la importancia a muchísimas de las cosas que llego a conocer a través de Facebook o de Instagram, pero la avalancha es tal que la mente se llega a saturar de reseñas breves, chismes extravagantes, imágenes graciosas, críticas mordaces, noticias terribles, situaciones lamentables, injusticia, genocidio, violencia, guerra, y todo lo que el algoritmo ha procesado de acuerdo a tus intereses, que no queda tiempo para el pensamiento independiente de estos estímulos. No sé si me explico, pero te pongo un ejemplo: intento describir un interesante insecto que me encontré en el campo y lo primero que me llega a la mente es que su color es el mismo de los chalecos antibalas de los corresponsales en Gaza; o si mientras escribo intento pensar en un personaje borracho, soez, arrogante, estúpido y ridículo, la primer imagen que me llega es la de cierto presidente de cierto desventurado país. Creo que la mente se me ha convertido en una compraventa de libros cuyo encargado no tiene el tiempo o la constancia de ordenar los títulos, clasificarlos, desempolvar el lugar, hacer espacio para moverse y sobre todo desechar la basura.
Desde la pandemia el mundo se ha convertido en un polvorín, los fascistas han tomado el imperio (bueno siempre han estado ahí, pero ahora que están en decadencia practican su tiranía con más descaro que nunca), se está realizando ante la vista de todos el genocidio de un pueblo entero y el mundo no repudia ni mucho menos detiene a los genocidas; a nivel nacional estamos padeciendo el peor gobierno de la historia y la población está dividida por aquellos que con más ego que inteligencia lo defienden; y a pesar de todo esto que fluye en información a través de los aparaticos que todos tenemos en la mano hasta cuando vamos a cagar, no se logra transformar la consciencia de la gente ni hacerla ser más críticas de la realidad, sino confundirlas gracias a la saturación de datos. Creo que he identificado un problema que en mi caso me está afectando, sobre todo por mis circunstancias personales actuales, y que inevitablemente está convirtiéndome en algo así como un zombi mental.
Cuando uno cree en el activismo y tiene el urgente deseo de ser parte del cambio y no del problema, las redes te venden la idea de que haces algo al interactuar y compartir en ellas. Pero ahora veo que eso no es así. No es lo mismo compartir cien imágenes bien bonitas apoyando a Palestina, que imprimir unas cuantas copias y salir a la calle a pegarlas por ahí, o mejor aún unirte a la gente que en persona va a protestar. No es lo mismo unirte a grupos que critican el gobierno y recibir likes de extraños por las ingeniosas sátiras que escribes contra los impresentables que nos representan, que encontrarte con la gente en los espacios públicos de tu comunidad y conversar con ellos sobre los problemas que aquejan a la misma y de paso establecer redes de comunicación real y organizar gente alrededor de diferentes temas. Esto se ha vuelto mucho más complicado después de tanto tiempo conectados al aparatito que antes usábamos para llamar a otros.
Escribo esto en el blog del Tolomuco Rabioso, y no lo compartiré en las RRSS, por lo que es muy probable que nadie lo lea, pero me da igual, el Toño del futuro tal vez si lo lea y se cague de al risa al ver como documenté un intento frustrado más de escapar de los tentáculos corporativos de aquellos que siguen siendo los dueños del mundo. Ojalá no sea así.
Ps: Hago la salvedad de que mantendré las redes sociales de LibrosEnTuOreja, aunque aún no estoy muy convencido de que sirvan para algo dada su poca visitación, pero los audiolibros los seguiré haciendo mientras me quede voz. Se que hay gente que le gusta escuchar buena literatura para estos tiempos de locura.