¡Qué maldita decepción vivir en estos tiempos en los que los malos siempre ganan!
Las elecciones en Reino Unido, las elecciones del Brexit, ponían frente a frente a dos elementos de una Inglaterra más polarizada que nunca. Por un lado los conservadores, dignos descendientes del neoliberalismo de la Thatcher, liderados por el más simiesco remedo de Trump: Boris Johnson, un impresentable que admira a su colega norteamericano; los tories, antiguos negadores del cambio climático y actuales negadores de las medidas para evitarlo, proponen separarse del resto de Europa, cerrar las fronteras a los inmigrantes, privatizar el servicio social de salud y continuar liberando a los más ricos del pago de sus impuestos. Por el otro lado, Jeremy Corbin liderando a los laboristas, con un mensaje fresco y fuerte de cambio radical: una agenda fuerte y directa de descarbonización para liderar la lucha contra la crisis climática, la nacionalización del transporte público para que los millonarios que lo manejan dejen de hacer clavos de oro de los bolsillos de los trabajadores, la protección ante las amenazas de privatización del NHS ( National Health System sistema de seguridad social pionero en el mundo efectivo y accesible para todos los británicos) y sobre todo la liquidación definitiva del Brexit, para abrazar la Unión Europea y comprender que solo unidos y dejando de lado las diferencias entre las naciones es que se puede lograr un verdadero progreso.
El resultado de la elección: un rotundo fracaso para los laboristas. La derecha casi fascista sigue en el poder ahora acuerpada por las mayorías que les han dado libre paso para seguir contaminando, privatizando servicios, discriminando inmigrantes, separándose de otras naciones y protegiendo a los grandes capitales. Otro país más que se vuelca al fascismo y la negación de los grandes peligros que afronta la humanidad. Al igual que casi toda Europa, vuelven a retumbar los discursos demagógicos de brutos colocados en podios por millonarios, gritando que los culpables de la crisis son los inmigrantes, que el cambio climático es una idea socialista para boicotear la industria y que las cosas suceden por voluntad divina. Las mayorías una vez más demuestran la estupidez y el miedo propios de nuestros tiempos. La estupidez, provocada por medios de comunicación interesados en apartar las mentes de lo realmente importante para poder deteriorarlas y manipularlas; y el miedo, provocado por el temor al otro, al diferente, al futuro, al desamparo de las leyes y el sistema que, segun ellos, necesita, según les hacen creer, de una mano fuerte y dominante que ponga orden y les de seguridad en sus hogares.
El mundo del segundo decenio del siglo XXI empieza a parecerse mucho con el que había cien años antes. En la década de los 30s del siglo pasado, por todas partes existían gobiernos fascistas de ultraderecha que dominaban a los pueblos con discursos de odio y negación. Todos sabemos muy bien qué sucedió poco después.