domingo, 20 de septiembre de 2020

NOSOTROS O ELLOS


            Debido a la pandemia, o más bien con la excusa de la pandemia, el gobierno del menos peor, ha determinado con la originalidad que ha caracterizado a todos los que se han calentado las nalgas en la silla presidencial desde los años 80`s, establecer que la salvación de nuestra maltrecha economía es endeudarse una vez más con el FMI. 

 

            Otra vez volver a empeñar la casa porque se jodió la refri. 

 

Para pagar estas deudas que como todas las de su estilo se empiezan pagando, casi sin recibir nada, el genio creativo del presidente El Varado, y su equipo de consulting managers, idearon un nuevo plan de impuestos para poder seguir llenando el canasto de agua. Imaginemos la escena en la que tuvo lugar tan importante lluvia de ideas entre todo ese grupo de genios financieros e influencers que conforma el círculo cercano al presidente. Se les puede ubicar haciendo teletrabajo desde diferentes lugares ya sea en el Country Club, o en el hotel de un ministro en Punta Islita, o en cualquier otro lugar exclusivo para gente aseada que nunca haya pasado ni enfrente de una escuela pública.  Todos en pantaloneta, pero con saco y corbata para no desentonar en la conferencia virtual, y poniendo los martinis y los gin tonic fuera del alcance de las cámaras de sus ordenadores, alguno se hace un selfie para las redes  y otro se pone un pañuelo rojo o un chonete recién comprado en el mall, por lo del mes de la patria y los demás le ríen la payasada.

 

Cuentan chiles, se comen Fabricio y después de un rato el presidente le pregunta por privado a su consejero más cercano: ¨¿ya te dijeron qué es lo que hay que hacer?. El ministro asiente y le pasa un correo diciendo: ¨listo, ya se pusieron de acuerdo.¨  El Varado, vuelve a preguntar: ¨¿incluyeron el tren urbano?, mirá que si no por aquí me matan. ¨Me extraña, jefe.¨ contesta el subalterno, que actúa como médium con los poderes del más acá.  En seguida el presi, anuncia, la solución: ¨Tranquilos, un brindis por la solución a nuestros problemas.¨ 

 

Y con voz más baja dice: ¨nos endeudaremos otra vez, pero ya está resuelto quienes van a pagar.¨

 

            Y es cierto: de nuevo resolvieron que nosotros seremos quienes vamos a pagar.


 

 

            Nosotros los asalariados, a los que nos rebajan los impuestos al salario antes de recibirlo, nosotros los pequeños empresarios que conocemos muy de cerca la cara de la quiebra, los desempleados que no tienen ingresos pero como tienen aún la costumbre de comer y vivir bajo techo tienen que pagar el IVA, nosotras las madres y los padres que tienen que alimentar y vestir a sus pequeños con ingresos aún más pequeños. Todos los que poseemos una propiedad por más pequeña que sea y que pagamos impuestos por el derecho a tener donde caer muertos. Los que pagamos por un servicio o hacemos un trámite a través de la red bancaria para evitar manejar efectivo y no sea que tengamos que pagar el impuesto al hampa. Nosotros que no manejamos una tropa de contadores que ocultan y maquillan nuestras finanzas o las envían a paraísos fiscales. Todos nosotros vamos a tener que pagar la deuda con la que el gobierno pretende salvar la economía y seguir manteniendo este estado que es tan eficiente como inteligente y a un buen grupo de pensionados de lujo que son sus tíos, abuelos o tatas. 

 

La gran idea estriba en que seamos nosotros quienes salvemos esta ferretería estatal y que no sean ellos quienes aporten para sostener la estructura en la que estamos parados todos, unos más cómodos que otros. Porque los que más confortables están son los que no aportan nunca nada.


 

 

         Ellos que pagan sus impuestos a partir de sus ganancias, una vez que se han gastado todo lo que han podido, y se valen de triquiñuelas dignas de la mediana cerrada de la Reforma para que esas ganancias aparezcan raquíticas y enfermizas. Luego ponen el grito en el cielo, y con gruesos lagrimones se lamentan de cómo el estado despótico y comunista les quita sus utilidades, mientras claman por un estado liberal en el que los impuestos no existan y si se puede, de paso, que vuelva la esclavitud. Ellos que se valen de leyes maquillísticas que les disimulen su estatus de mega empresa con una máscara de cooperativas. Ellos que realizan transacciones financieras en la bolsa obteniendo ganancias inmensas por no hacer nada y por esto, nada es lo que aportan al fisco. Ellos que por solo respirar cuestan dinero del fisco, solo por haber pertenecido durante muchos años a la argolla de chupasangres y  ahora, solo envejecen entre millones que no necesitan más que para mantener a una nueva generación de inútiles cuyo único talento son sus genes de vampiro.

 

            Ellos no pagarán, ellos no padecerán.

 

            Porque ellos son los que deciden. 

 

            Y nosotros seguimos quietos. 

 

PS. Comentarios de Sofía Guillén sobre los nuevos impuestos. 

 

 

lunes, 14 de septiembre de 2020

La cuarentena que nos lleva

 


Estamos a unos días de cumplir seis meses de haber sido establecida la cuarentena oficialmente en nuestro país. Aunque muchos estamos preocupados por el futuro, nadie sabe qué tal le irá a los integrantes de la Ultra y la Doce en sus posgrados en línea y sus reuniones en Zoom para saquear supermercados y acosar a las muchachas. Ahora que se cuentan por miles los contagiados, por cientos los fallecidos y por decenas las metidas de pata del Presidente de la República, seguimos todos pendientes de cuando será que la enfermedad nos ande de cerca o directamente nos envuelva y cómo nos desenvolveremos. Al principio el miedo, la obediencia y las ganas de trabajar en calzoncillos, dieron al país esa sensación de pausa en el transcurrir de las cosas y los contagios fueron muy pocos. Pero con el tiempo y el exceso de peso debido a falta de ejercicio, dos de las grandes características del tico: su confianza y su valeverguismo, le ayudaron a recolectar excusas para volver a la normalidad, ponerse los pantalones, salir a respirar el aire puro y disparar la cantidad de casos en las principales ciudades del país. Ahora la realidad en todas partes es prácticamente la misma de antes de la pandemia, a excepción de que la gente ahora usa tapabocas, y se lava las manos para no dar apretones de manos. Pronto volverán los saludos de mano, los besos y las funerarias cotizarán en la bolsa. 

 


La pandemia ha sido todo un laboratorio social para poner en evidencia el comportamiento humano. Esta situación se ha convertido en una experiencia que saca a flote la verdadera esencia de las personas, tanto la solidaridad más gratificante, por ejemplo la ayuda a las personas pobres, como el egoísmo más asqueroso o sea el miedo a esas personas pobres. Muchos han encontrado en la enfermedad el mejor pretexto, para exponer su xenofobia y su racismo, así como han puesto en evidencia sus miedos más profundos. Estos últimos uno pensaría que son el último miedo a la muerte propia o a la de los seres queridos, pero no es tal en muchos casos, en muchos casos es el miedo a que no se muera la persona a la que se le debe dinero. En realidad, el miedo principal que se ha palpado es el miedo a la pobreza, al desempleo, a la carencia, el miedo a que se caiga la internet. Aún hasta el miedo a no poder pagar las cuentas de internet puede más al miedo a perder un ser querido o a ver a sus semejantes desolados por las pérdidas.  En muchas ocasiones, las crisis han unido a las gentes para enfrentarlas (a las crisis), pero la verdadera naturaleza humana, les lleva más bien a refugiarse en grupos de semejantes y apertrecharse antes de sufrir imaginarias futuras carencias, por esto el mundo se está dividiendo entre los que acapararon todo el papel higiénico y los que guardan entre sí más distancia de la necesaria. Por desgracia ahora casi todos dicen: más valen mis dientes que mis parientes, y lo peor de esto es que tras sus cubrebocas no podemos saber como tienen muchos su dentadura. 

 


 

Además de este generalizado egoísmo hay algo más allá, algo más desalentador y hasta cierto punto terrorífico. Esto son los negadores de la pandemia: los conspiranoicos que se unen a los terraplanistas y a los antivacunas como si se tratara de una organización internacional de orates, que intentan acabar con todo el conocimiento, la cultura y el rock progresivo, sobre la faz de la Tierra. Esta gente al fin en medio de una crisis real, inventan cien peores y se aprovechan de las personas con suceptibilidad emocional o racional para crear movimientos sin sentido que pretenden combatir monstruos imaginarios con armas medievales como la religión, el fascismo y Donald Trump. 

 


 

En este momento, cuando faltan aún tres meses para terminar el año más largo en la historia de muchos, no tenemos claro en qué condiciones estaremos para recibir el 2021. Solo podemos estar seguros de dos cosas: que cartaginés no será campeón y de que si no cambiamos la forma de ver las cosas y de actuar con nuestros semejantes esta pandemia será tan terrible como la ortografía de los seguidores de los partidos políticos cristianos.