martes, 22 de noviembre de 2022

EL JEQUE TIENE JAQUECA

 


            2022: uno de esos periodos en los que la humanidad se resbala directo a un agujero con la velocidad con la que un billonario recorta empleos en un negocio recién adquirido. Es un momento en el que, para las mayorías, el futuro se visualiza como un inmenso océano de excremento  que cubre el planeta, en el que unos pocos navegan en yates de lujo y la gran mayoría de los ocho mil millones que ahora somos, y sus hijos y sus nietos que aún no llegan,  tratan de sobrevivir aferrados a los desechos plásticos que ahí flotan. El corazón de occidente chapalea  de nuevo en en el pantano de la guerra, con la que desesperados tratan de sostener un orden económico tan frágil como la masculinidad de sus gobernantes, ante el surgimiento euroasiático de un nuevo imperio, un nuevo cambio de orden como ha sucedido a través de la historia de la humanidad,  cuando los imperios y las jerarquías caían  para cambiar el pie que calzará la bota que seguirá aplastando la cabeza de los pobres. La guerra aparta la atención del tema de la crisis más importante para el ser humano: la crisis climática,  la que a pesar de que nos calcina, nos inunda, nos incendia, nos destecha, nos congela, nos arrasa, nos sepulta en lodo o en avalanchas, sigue siendo considerada por muchos cretinos como un mito inventado por científicos ateos para arrastrar las masas al marxismo climático.  Mirando hacia el pedacito de tierra donde padecemos la mayoría de  los costarricenses, las cosas no pintan nada bien gracias a las acciones de la turba de incompetentes, cuando no corruptos y degenerados individuos que han formado parte del estado los últimos cuarenta años, y que nos tienen al borde del caos económico, con la infraestructura a punto del colapso, con un sistema social solidario pendiendo de un hilo sobre un estanque de cocodrilos, con los servicios estatales de electricidad  y telecomunicaciones en franco deterioro para ofrecerlo como despojo a empresarios nacionales y extranjeros que les financiaron su ubicación en los podios electorales y sobre todo con un pueblo tan carente de educación y cultura que prefiere a pastores imbéciles y mediocres habladores populistas,  antes que atreverse a votar por la  opción de la izquierda que aún con su prudente moderación, les parecen sanguinarios bolcheviques bolivarianos hijos de Fidel y de Lenin, que violan monjas y leen libros.

            Si. Llegamos al punto en el que hasta el tipo más optimista diría que todo está a punto de irse a la puta mierda. 


 

            Pero ha empezado el mundial de futbol, y las masas están ansiosas por anestesiarse de su realidad otra vez como cada cuatro años.  El altavoz más grande del mundo, el que obviamente está en manos de los más ricos entre los ricos, se enfoca ahora en el evento deportivo más importante del mundo. El evento que hace rato desplazó en importancia y audiencia a las olimpiadas,  gracias  a las maniobras corporativas de la mafia más importante del mundo, una organización criminal  que superó a otra mafia ya vetusta  que manejaba sus negocios con extorsión y violencia alrededor del mundo desde hace casi dos mil años monopolizando y tergiversando el mensaje de un carpintero judío crucificado por los romanos y entregado por sus paisanos que estaban muy incómodos por el mensaje hippie que proclamaba el pobre loco. Esta nueva mafia que convirtió un noble deporte en un espectáculo capitalista para el control de las masas, ha manufacturado el mayor opio para los pueblos y eso es muy útil para los dueños del mundo.

            Pero esta vez, puede que algo les empiece a salir mal. 



 

            Esta vez, el show puede que empiece a mostrar sus grietas y a dejar escapar los gases de corrupción que contiene.  La elección de Catar para el mundial de futbol de 2022 puede que sea el punto a partir del cual las cosas se le empiecen a salir de las manos a la FIFA y la población mundial empiece a notar como una competición deportiva se ha convertido en solo un espectáculo de marionetas para distraerles  de la realidad.  Catar,  un  estado de medio oriente, sin ninguna tradición futbolística pero con billones de petrodólares,  se ha convertido en el anfitrión del espectáculo deportivo más caro de la historia, a través de jugosos sobornos que le costaron el puesto a varios cabecillas de la organización, misma que continuó su negocio con fascinerosos que hace rato estaban en banca. Pero la jugada pretendida por este país para presentar a un principado petrolero con políticas medieveles como un estado moderno digno del siglo XXI, está saliendo un tanto mal gracias a que la construcción de esa inmensa máscara con la que pretenden ocultar la brutalidad de un estado absolutista, ha costado miles de vidas de trabajadores inmigrantes ( la mayor parte de la población del país) y se han expuesto  sus condiciones de vida y la explotación inmisericorde de la que son víctimas por parte de los sectores económicamente poderosos de la nación. Así,  al empezar el  espectáculo en medio del bochorno mundial,   se empieza a ver que en realidad los jeques de la FIFA desfilan desnudos.