¿A estas alturas del partido, existirá alguien que pretenda creer que el premio nobel de la paz se otorga a personas o instituciones que han luchado por que la humanidad avance en la dirección de la armonía, el entendimiento y el progreso?
Justo cuando acabo de terminar de redactar esta larguísima pregunta, me la contesto a mí mismo viendo cómo en elecciones democráticas han llegado al poder líderes como Donald Trump, Javier Milei y Rodrigo Chaves. Ese es el nivel de inteligencia y pensamiento crítico en la gradería, entonces, volviendo al premio antes mencionado, se podría decir que se otorga el premio nobel a la riqueza y entonces todos pensarían que se le otorgará a Sofía Vergara o a Melissa Mora.
Aunque la intención original del premio es como dice Wikipedia: «otorgar un reconocimiento a la persona que ha hecho el mejor trabajo o la mayor cantidad de contribuciones para la fraternidad entre los países, la supresión o reducción de ejércitos, así como la participación y promoción de congresos de paz y derechos humanos en el año inmediatamente anterior»; el premio ha sido usado últimamente más como un arma diplomática en respaldo a ciertas potencias y en detrimento de otras o peor aún de pueblos que luchan por la reivindicación de sus soberanías o por el reconocimiento de sus derechos.
Así el premio ha sido otorgado a impresentables como Kissinger el mismo año en que maquinó desde su despacho el golpe de estado en Chile. Se premió a quien puso a Pinochet y sus esbirros a asesinar a miles de chilenos e imponer un régimen de terror que aplastaría Chile bajo las órdenes de las dos W más peligrosas para Latinoamérica: Washington y WallStreet. También se lo dieron a Barak Obama mientras inauguraba la guerra con drones y bombardeaba desde el pentágono a pastores de cabras en Afganistán. También se lo dieron a Menachen Begin cuando iSSrael dejó en paz a Egipto, evitando una guerra a gran escala y lo cambió por bombardear Beirut e invadir Líbano, un vecino más débil y fácil de masacrar.
Así pues este año el planeta estaba pendiente sobre si la comisión que lo otorga estaría dispuesta a rendirse a los pies del gran payaso naranja. Esto significaría darle credibilidad a sus berrinchescos alegatos sobre siete guerras resueltas por obra y gracia de su persuasivo arte de hacer negocios, o tendría un ataque de consciencia y lo otorgaría a quienes han denunciado y luchado contra los perpetradores del genocidio de Gaza como el movimiento Sumud o Francesca Albanese. Pero al final, el reconocimiento ha resultado ser mucho más macabro que los berrinches de Trump.
Lo han otorgado a otra impresentable, María Corina Machado opositora al gobierno venezolano que en repetidas ocasiones ha solicitado al gobierno de Estados Unidos una intervención militar a su país para deponer el gobierno y que la coloque a ella y demás escoria gusanesca en el poder a cambio de entregar las increíbles reservas petrolíferas de su nación. La decisión del comité nobel es mucho más peligrosa porque en estos momentos, la marina gringa rodea las aguas territoriales de Venezuela con tremendas ansias de invasión, ahora acusando al gobierno venezolano de ser el principal culpable de inundar las calles norteamericanas de drogas. Para cualquiera que tenga dos dedos de frente y que no crea en la mano invisible del mercado, es fácil darse cuenta que además de las ansias por petróleo ajeno que han movido durante años la historia del decadente imperio yanqui, está también la necesidad de desviar la atención de la crisis interna de un país que está siendo dominado por una dictadura fascista en plena regla y de las comprometedoras y abrumadoras pruebas que señalan a Trump como cómplice de su amigo del alma y pedófilo misteriosamente suicidado en su gobierno anterior, Jefrey Epstein.
María Corina felicita a netanyahu por sus acciones genocidas en Gaza