martes, 2 de agosto de 2011

Un cuento sobre personajes que ojalá fueran ficticios.


si lo desea puede escuchar esta música mientras lee

hace cuatro años...


El joven genio salió dando un portazo de la mansión del jefe. Con la cara desencajada y pálida, se frotó el puño aún crispado que acababa de estrellar contra la cara del hermano del jefe cuando ya no aguantó más sus provocaciones. Había cometido el error de su vida, y no fue por lo que redactó, si no por no agachar la cabeza a tiempo y aceptar el designio de los jefes como le correspondía. Lo que redactó era algo rutinario en las estrategias diarias, aunque si reconocía que no tuvo la sutileza que su mentor y jefe siempre le recomendaba. Ahora sabe que estará fuera del negocio por un buen tiempo y que sus planes han sido pospuestos, pero su cólera se apacigua al sentir el frío de la noche en la cara y sube a su auto repitiéndose que el mundo es de los valientes pero más de los pacientes.
Adentro de la mansión, el jefe, hundido en su sillón favorito agita su vaso que el mayordomo acaba de llenar hasta la mitad. Observa meditabundo como su hermano aún resopla como toro mientras sostiene contra su mejilla la toalla tibia y húmeda con agua salada, que el mayordomo le acaba de alcanzar. En ese momento piensa que si las circunstancias no ameritaran su máxima concentración sobre el tablero de ajedrez en el que se ha convertido el negocio, miraría todo muy divertido y su whisky le reposaría mejor en la garganta, pero ahora no era tiempo para salirse por la tangente y debía analizar con cuidado su próxima movida.
El hermano del jefe se agachó con dificultad y recogió del suelo sus anteojos que observa entrecerrando los párpados para mejorar su visión y ve como una patilla ha quedado inservible. Exhaló un largo suspiro relajando la tensión en que se encontraba al enfrentarse al joven genio, y se desparramó sobre el sofá frente a su hermano y recibiendo del mayordomo un vaso de coñac. Por un momento le pareció que se había enfrentado con su destino, y que este de un puñetazo mal dado le había volado las gafas y le había demostrado lo viejo que era. Viejo, pero poderoso, porque al fin y al cabo, ganó la partida, físicamente disminuido pero de nuevo revestido de poder, ese poder que aún seguía siendo suyo sin temor a usurpadores más jóvenes y atractivos. Aunque se le hinchaba la cara poco a poco, esbozó una sonrisa que su hermano confundió con un rictus de dolor.
-Sabés muy bien que todo esto cambia los planes que tenía- le dijo el jefe-, el joven genio demostró no poder aguantarse y ser más cuidadoso conforme se acercaba más a la meta. Creo que sobreestimé esa madurez y esa voluntad que tanto me impresionaron. Pero la verdad, si creía que iba a reaccionar de esta forma cuando le dijera que quedaba fuera de la planilla. No se lo esperaba. Lástima, espero que recapacite y mañana mismo me mande las disculpas. Con vos , creo que le tomará más tiempo disculparse – dijo con esa sorna que siempre usaba y que su hermano era incapaz de construir ni de apreciar en una conversación.
- Naturalmente- rezongó el hermano del jefe, mientras se imaginaba lo que le diría al joven genio si este se atraviera a dirigirle la palabra en por lo menos un año. - Yo soy el que le provocó y a vos te debe todo lo pasado y lo que vendrá, así que si quiere algún futuro, mañana temprano lo tendrás lloriqueando en tu celular. Mandalo afuera con tus contactos, a que se entrene y recapacite más en como es que se maneja este negocio.
El jefe lanzó hacia su vaso su mirada torva molesto por que su hermano le dijera lo que exactamente ya tenía planeado hacer. Pensó: ¨En fin, es quien mejor me conoce y quien menos me respeta, pero es mi único y verdadero aliado, el único que no me traicionaría, pasaría por encima de cualquiera menos de mí. Y eso es de respetar, pero mientras más viejo se pone, más codicia mi lugar, no entiende que su estilo es mejor como lo ha llevado hasta ahora. Unos pueden ser los protagonistas de la película, pero igual tiene importancia el director aunque no aparezca frente a cámaras.¨ Después de reflexionar esto inquirió, sabiendo lo que le iba a contestar de antemano:
- ¿Cómo ves la situación ahora después de esta ¨exposición¨que nos hemos dado?
-Pues como el joven genio se ha descartado, ya sabés cual es la única ficha que te queda para continuar con el negocio- le dijo el hermano, esperando una respuesta afirmativa. Deseaba que en ese preciso instante el jefe empezara con sus pretextos para no tomarlo en cuenta como próximo líder del negocio y ya sabía como atacar sus alegatos uno a uno.
-Pues no se me ocurre, será el whisky o este desmadre que acaba de pasar, pero no tengo idea de como vamos a hacer ahora para acomodar el negocio, decímelo vos.
-Sabés muy bien que yo soy el único que puede quedar a cargo-. Odió tener que decirlo, y odió más saber que cayó en la trampa de su hermano al decirlo casi sin pensarlo. Se sintió tan expuesto y miserable. Siempre hacía lo mismo, a pesar de que él era el más calculador de los dos, el jefe era el jefe por su talento en embaucar a los demás para que hicieran lo que él quería. Tragó saliva, tanteó con la lengua dentro de la mejilla lo que se había hinchado por el golpe, y continuó:
- Tenías todo el negocio montado con el joven genio al frente, y yo te apoyaba al cien por ciento en eso, él era el único que merecía nuestra confianza para estar ahí. Ahora si no queremos echar por la borda lo que tenemos avanzado, no hay nadie con la experiencia, la inteligencia y la confianza para llevar el barco, sin que se desvíe del rumbo que le trazamos.
-No me creo eso de que vos creas que yo soy ingenuo.- respondió el jefe y lanzó otra vez la mirada torva pero ahora sobre la cara de su hermano. - Para el puesto no necesitamos ni experiencia ni inteligencia, tal vez si confianza, pero esta es cuestión de como amarremos al elegido. O a la elegida.
Esta última palabra le provocó un escalofrío al hermano, que apuró el coñac que le quedaba para quemarse el gaznate mientras escuchaba la sentencia final del jefe:
- ¿O acaso no se te ocurre que ya sé como salió a la luz el memorandum?- los ojos del jefe chispeaban y parecían que eran lo único realmente vivo en ese rostro decrépito. Su hermano, que no movió un solo músculo, sintió fuego sobre su cara y frío en su espalda, cuando el jefe, con sus tenazas atríticas empezó a marcar números en su celular y le dijo con una mueca de satisfacción:
- No te preocupés, ya tengo todo arreglado.
Y se dirigió a su interlocutor en el celular :
- Laura?, vení mañana a desayunar a mi casa. Tenemos que hablar.

1 comentario: