Los tiburones aún no han llegado
a la estación central,
seguiré esperándolos
para que al llegar me devoren.
No los dejaré ir
hasta que traguen
la última porción de intestino
y escupan disgustados
las uñas de mis dedos
manchadas de tinta,
amargas de recuerdos.
Ya me los imagino:
chupando la sangre derramada
sobre el mosaico y tirándose pedos
que apestan a ideas anticuadas,
y a rancias costumbres.
Me tiemblan un poco las rodillas
cuando pienso que después del festín
tal vez quieran un postre
y yo no fui un poco más gordo
o más alto para saciarlos,
si esto sucede
los tiburones se pondrán tristes
y perderán el apetito
se les revolverá la panza
y empezarán a vomitarme.
Mi otrora cuerpo
ahora convertido en bolo alimenticio
se convertirá en un cascarón
sólido de piedra
del que saldré convertido
en otro tiburón,
el más grande y hermoso,
y sin perder tiempo
los devoraré a todos
y seguiré devorando todo
la tierra, el universo, el vacío.
Pero esto es mucho,
demasiada responsabilidad para mí,
me conformaré
con seguir esperándolos
aquí en la estación central.
toño 2013