Abrí una puerta,
en la estancia todo olía a silencio,
penetré y cuando mis ojos se acostumbraron
a la lenta húmeda y fría oscuridad,
la distinguí.
Ahí estaba ella,
aunque no estoy seguro del gesto que tenía,
sé que me observaba fijamente;
temí perder la compostura,
pero me mantuve erguido
y orgulloso como un héroe.
Cerré la puerta tras de mí
y me quedé a solas
con la certeza de mi muerte.
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