La princesa del tequila hizo su aparición
como preámbulo al cataclismo que seguía
la última mirada al amanecer que partía
y sostuvo una lágrima de desesperación.
El enano de fuego que muy malhumorado
con piedras y trozos de árbol podía interpretar
una marcha como un vals sin perder lo militar
y se moría triste y con el esófago astillado.
Las joyas de las tripas de Satán
perdieron su perspectiva milenaria
cuando miraron su vida embrionaria
y reclamaron más de lo que ellas dan.
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