lunes, 13 de julio de 2020

PAYASOS ASESINOS o Los peligros del tonto del pueblo en una red social


Esta tarde el ministro de salud tuvo que iniciar la conferencia de prensa explicando que una pandemia es cuando una enfermedad está afectando al mundo entero. Explicar esto en un país con buena calidad de educación (en comparación con el resto de Latinoamérica), en pleno siglo XXI y después de cuatro meses de estar todo el mundo en alerta por el covid19, se puede tomar como un poco redundante y hasta ofensivo para la inteligencia. Así lo tomaría alguien con un cierto sentido común básico para existir sin ser un estorbo ni mucho menos un peligro para sus semejantes. 

Pero en las afueras de la casa presidencial un grupo protestaba clamando la frase: ¨¿Cuál pandemia? ¨. Este minúsculo grupo de personas que mostraban letreros que decían que el Covid no existe, mientras portaban tapabocas o caretas de acrílico, subieron videos a las redes sociales en los que exponían sus pobres opiniones con su limitado vocabulario y torpe dicción. 

            Son ahora famosos los despotriques de los manifestantes como el tipo que sobrevivió a un accidente con el tren, en el que muy probablemente su ejercicio racional perdió mucho más que su físico de orate, y ahora convertido en embajador de herbalife promulga el amor por Jesucristo, por Donald Trump y por Fabricio Alvarado; hasta la tipa que dice que hace falta una guerra porque los hombres de Costa Rica no tienen cojones y que la sin hueso entra sin tocar la puerta y que ramasheka talamasoa songorocotongo con fabricio y jon, entre otras bellezas del idioma de la República de Tontoburgo Evangelino.  Ya tuvieron sus quince minutos de fama y mientras esto escribo, miles se están cagando de risa a costa suya. Cuestión de comedia y un poquito de rabia por la poquita educación que el estado tuvo que invertir en estos peleles y a otra cosa mariposa, que mañana otro escándalo habrá y de todo esto la gente se olvidará. 

            Pero hay algo bien jodido con este asunto. Esta gente aunque son pocos y también pocos les creen sus idioteces, hacen ruido, son escuchados, son difundidos sus balbuceos de cavernarios, y al final la gente les conoce. Se vuelven famosos. Payasos famosos y reconocidos, no importa que odiados u objetos de burla, ya tienen el poder de la presencia en los medios. Intermediarios políticos de pacotilla como el  remedo de candidato Fabricio Alvarado, que tan mal rato nos hizo pasar en las elecciones pasadas, saben que estos rídiculos payasos son una mina de oro de publicidad en esta democracia monetizada y prostituida. Bien sabe este lamentable personaje que si un payaso asesino llegó a la Casa Blanca, y que los bufones de templos panderetas pululan ahora en el congreso, es cuestión de más ruido tonto para llegar a la presidencia. 

            Esta fauna tarada, puede llegar a ser más peligrosa de lo que pareciera. Pueden lograr que los verdaderos virus sociales de la corrupción, el facismo y el fanatismo lleguen a los centros de poder, como sucede en Estados Unidos, en Brasil,  o en la Asamblea Legislativa. A estos payasos hay que exponerlos como lo que son: personas sin cultura ni inteligencia, que nunca en su vida leyeron algo que valga la pena y que han sido víctimas de manipuladores que les han moldeado para que con su ridículo formen la escalera de excremento con la que los oligarcas de siempre pasen otra vez por encima de los derechos de los ciudadanos y continúen con sus privilegios. 


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